Los alumnos de cuarto grado A y B, de la Escuela Nº 8 de Brandsen, a cargo de la Señorita Nelly Trabajaron con mi cuento, me contaron su experiencia, lo ilustraron e hicieron un montón de preguntas. ¡UN LUJO!
Se me hizo un nudo en el pecho
Zapatos
color gris. Vestido gris. Cabello gris. Sombrero rojo.
Pálida.
Apenas un toque de carmín. Su cara refleja la paz inexistente en esta vida. Ni
una sola contracción en sus patas de gallo profundas de sabiduría; ningún
rictus en la delicadeza de las líneas marcadas en su rostro. Su belleza -porque
es bella- no es de este mundo.
Todo en
ella parece normal. Sus ojos, que soportan pacientemente mi escrutinio; sus
manos, sus dedos finos y sus uñas cortas bien cuidadas; su pulso inexistente
que acelera el mío. Ninguna contusión. Ningún indicio de este parir la muerte,
de invertir la vida. La imagino joven y me deslumbro. Un ángel caído. Me digo. Otro
más.
Contengo
las ganas de llorar. Dicen que los hombres no lloran pero si eso solo hace la
diferencia de género les aseguro que debería renunciar al mío.
En esta
profesión es difícil no llorar. Cuando estudiante me dijeron que uno se
acostumbra, que uno aprende a colocarse la armadura y ya; si no, no podes hacer
tu trabajo. Esta asignatura la tengo pendiente a pesar de mi amplio y largo
desempeño, pero como es opcional puedo ejercer sin que sea un problema.
Le
quito con cuidado el sombrero que quedó imperturbable a la caída y al traslado.
Indiana Jones se me cruza fugazmente y no puedo más que sonreír. Su cabello parece
iluminado por un rayo de luna. No puedo resistir la tentación de acomodarlo, y
una corriente me recorre el cuerpo entero ante el contacto.
Es un ángel, insisto. No todos los ángeles tienen alas.
El
llamado del altavoz me sustrae de la situación. Mi pecho parece no latir, como
el corazón de ella. Me alejo respondiendo al llamado. Ya no hay nada que hacer,... Camino sobre nubes, me siento ligero, leve, como si no pesara nada. El cansancio
desapareció. No me molestan las rodillas aburridas de andar estos pasillos. Me
siento joven y lleno de energía.
Se
corrió de mi vista pero no de mí. Ella me tiene hechizado. No puedo entender lo
que me pasa. Es casi mediodía y ya me voy. Pero antes voy a pasar por la
guardia. Quiero verla una vez más.
No está.
Consulto el libro: nada. Sobre la camilla el rojo de su sombrero me llama. Sin
pensarlo dos veces lo tomo como un chico que roba una golosina y lo meto en mi bolso.
La perdí… Definitivamente.
Me invade
el desosiego del abandono. Esa infinita tristeza que ni siquiera conmueve. Que
te aleja de tus iguales.
Ya en
casa tomo el sombrero. Recorro con mis dedos el paño extrañamente suave. Cierro
mis ojos y su rostro llega a mí.
Siquiera sé tu nombre, le digo.
Instintivamente
miro el interior del sombrero y una etiqueta se dibuja ante mis ojos: Angelita
Luz.
Mi
corazón se aprieta. Se contrae con fuerza. Queda inmóvil atrapado en un nudo
que ya no podrá desatarse. Mi cuerpo se estremece por última vez. Puedo verlo
despatarrado en el sillón totalmente relajado. Así estará un rato. No más. Hasta
que la rigidez se apodere de él.
Decido
partir. Aquí tampoco hay más que hacer. Tal vez me esté esperando.
Zapatos
color gris. Vestido gris. Cabello gris… Angelita, Luz de luna.
Te llevo tu sombrero.
Liliana Bianco
LOS ARTISTAS:
4ª A:
IARA; DELFINA; NICOLAS; AGUSTIN; JUAN; CESAR; AGUSTINA y FRANCO
4º B:
FERNANDO; MAURO; ANTONELA; VANINA e ISABELA
Y el aporte inapreciable de la SEÑO: NELLY
A todo ellos ellos ¡GRACIAS, MUCHAS GRACIAS! FUE UNA EXPERIENCIA MARAVILLOSA!
Corolario: Nunca, pero NUNCA, subestimemos al lector
Una felicitación para todos, así de esta manera el Encuentro cumplió con su objetivo esencial.
ResponderEliminarLuis Holgado.