Visión subjetiva de su instalación en la Untref
Latir de espejos.
El pasar del tiempo a pulsos.
Un latir constante
al ritmo de los alambres
que encandecen y se agotan
al compás de los suspiros.
Bendicen con imágenes
los caminos insondables
de nuestro interno.
Nos provocan. Acontecen.
Maroma infinita de desbordes
que chuzan, se arrastran,
desenvuelven
paquetes con moños patéticos
ante quienes el placer se rinde,
vanidoso de su existencia.
Esta existencia de carnes y huesos,
de polvos y estiércol,
de calles sin salida y sin cartel,
de sueños colgados al sol hasta
disecarse.
Y solo veo sombras, tal vez mi sombra,
de lo que fue tal vez una vez, o
muchas…
O todas las sombras resumidas en una
sola.
Porque la claridad está a nuestra
espalda
y vemos solo eso,
sombras de una realidad esquiva,
fulgente, que nos muele en el giro
frenético
y constante de una licuadora.
Pulso. Nuestro pulso,
que se sumerge en la oscuridad de los
espejos,
de donde emergen nuestros sueños derrotados.
Liliana
Bianco
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