viernes, 2 de septiembre de 2011

ÉL FERNANDO, ELLA JOSEFINA.

                          No les sobraba nada
                carecían de todo menos de coraje,
 buscaron en el horizonte ese país de ensueño
                     esa utopía cotidiana.
      Tenían vividos muchos crudos inviernos
           ruidos de hambre en sus cuerpos
el amor abrigó sus desnudeces y sus sueños.
Él, supo ser huérfano cuando recién estrenaba
sus pantalones largos y su chaqueta de hombre;
               suela con ventanas, sus zapatos
          gambeteaban la nieve y los guijarros.
Se montó a los oficios descalzo y sin lectura,
               apenas sabía escribir
pero le alcanzaba para emprender la aventura
fare la América era su meta, y sin más se fue al mar.
 Se embarcó con tres camisas gastadas,
dos pantalones viejos y un par de zapatos rotos,
dejó su Calabria natal, su Sila tan arbolada…
Recorrió mares nuevos acompañado por enjambres de gaviotas
y de otros paisanos cantando “Oh Sole Mío!
 Era su himno de esperanza, di pronto ritorno…
Cruzó el océano con el asombro diario de tierras lejanas
      La luna guiaba su destino de inmigrante
El sol le tostó las  ansias y le pobló de callos  las manos.

Ella, tímida pero decidida, alcanzó a su hombre
un año después, lo amaba, se amaban.
 Se embarcó con tres hijos, y un baúl colmado de ilusiones,
él la esperó en el puerto
se abrazaron largamente sellando sus vidas de por vida.
Así,  a continuar su nueva larga historia, en esta tierra nueva,
trabajando codo a codo desde los primeros guiños del alba
hasta el azul oscuro de la  noche muy noche,
De la pieza alquilada en un conventillo a la casa propia
entre sudores, sacrificios y privaciones,
se dieron tiempo para el amarse y dos soles nuevos
completaron la  prole de cinco que iluminaban sus sueños.
Fueron padres, maestros, amigos  y guías
de ellos aprendimos la vida, los oficios y el amor
en la escuela, las letras y los números.
Un día como es natural e irremediablemente sucede
partieron,  se fueron, no nos dijeron a dónde
pero supimos que sus almas volvieron
montadas en sus recuerdos, en alas de sus nostalgias
a su siempre querido San Giovani in Fiori natal,
pero igual,  yo sé que están cerca, tan cerca, como aquí mismo,
Nunca les dije adiós porque se quedaron dentro mío.

 Siempre, así  los tengo presentes a  Fernando Curia   
y a Josefina Loria, mis padres!!!
                                                     José Curia.

Gracias José por compARTIR

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