He ignorado durante casi toda mi
vida desaires, insultos, desvalorizaciones y otras hierbas venenosas de
diversas potencias, proyectiles de distintos calibres y verdaderas armas
atómicas y nucleares. Lo sigo haciendo. Eso no quiere decir que no me duelan… de
hecho puedo clasificarlas.
Perdono, a veces con éxito, a
veces no, y desvío mi atención.
Desactivo el concepto de intencionalidad por parte del otro aunque pueda ser así,
intencional. En este caso ya no sería imbecilidad y que su vida se apiade de
él. Deberá perdonarse a sí mismo.
Y si perdono no es exceso de
benignidad, es egoísmo puro. Solo alivio a mi alma. A la imbecilidad solo se la
puede perdonar. Nadie actúa como imbécil porque quiere: no sabe y no puede hacer
otra cosa.
Deseo de corazón y pido al
Universo, que algún día les devele, les abra los ojos, les quite las legañas y
que haga lo mismo conmigo cuando me comporto como tal.
Después de todo, nadie está exento.
Después de todo, el otro, es otra versión de uno mismo.
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