jueves, 30 de abril de 2015
domingo, 5 de abril de 2015
Acto de premiación del XII Concurso Internacional Hespérides de Cuento y Poesía
Estimadas/os colegas:
Ediciones Hespérides entregará los premios de su XII Concurso Internacional Hespérides de Cuento y Poesía, correspondientes a la edición 2014, en el Museo de Arte Contemporáneo Beato Angélico, sito en 16 esquina 47, de La Plata.
Será el miércoles 29 de abril a las 19 hs.
Se entregarán ejemplares de su obra publicada a los ganadores de ambas categorías, y diplomas a todos los finalistas. Entrada libre y gratuita. Las/os esperamos.
Hespérides
Mi participación:
LA CAJA VIOLETA
Ayer me trajeron esta caja. Dicen que yo la pedí. Pedí que la buscasen
y me la trajeran. Dicen que di las señas exactas de dónde encontrarla. Eso
dicen “ellos”, que se empeñan en llamarme Mamá
tal vez porque tengo más canas que ellos y me les parezco en algo. La verdad es,
porque no saben mi nombre. En mi época, el tía
alcanzaba como muestra de amor y de respeto. Allá ellos.
Es una caja violeta atada con una cinta de raso lila. Yo la hubiese
hecho mejor, creo. Cuando la abrí, todo se llenó del aroma de las violetas. En
esta época no hay violetas. Está llena de cartas escritas en tinta negra. El
papel ya está amarillento, parece que fueran del siglo pasado.
Aproveché el sol de la tarde, el silencio campesino y las leí todas.
….
A
BB donde quiera que su esencia se esconda
Estés donde estés, sé que vas a escuchar el latido
de cada palabra escrita en tu nombre. Fue lo que pediste, fue tu deseo y, como
el genio de la botella, aquí estoy para cumplirlo.
Hay sueños que parecen reales y realidades
semejantes a sueños o pesadillas. ¿Dónde estamos nosotros? ¡Es tan delgada la
línea separadora!
Resulta invisible a nuestro corazón. Imperceptible a
nuestra mente.
Aquí está tu encargo. Nunca pude entregártelas,
nunca pude enviarlas.
Tal vez tu levedad de ángel caído te obligó a volver
al cielo al que perteneces antes de tiempo.
Pero tu paso no fue inadvertido, no para mí.
Las envío al Universo, a su Caja de Pandora. Sin destino
preciso, sin remitente.
Él sabrá en que rincón ubicarlas para que quien deba
leerlas las encuentre.
Prima
20 de noviembre de 1985
Hace dos días se cumplió un mes de la primera
vez que estuvimos juntos. Fue maravilloso. (Las siguientes fueron mucho mejores).
Y no sé cómo explicarlo, la separación de casi un mes ha tenido –tiene- algo
mágico. Y digo que no sé cómo explicarlo, porque las separaciones siempre
implican cierto tipo de dolor, de sufrimiento. En cambio, esta vez por primera
vez en mi vida, vivencio en todo el sentido de la palabra el placer de la
espera. No la nostalgia de la separación. Y es mágica, mi querido, como todo lo
que hay o parece haber entre nosotros.
Puedo cerrar los ojos y ver el río y tu
silueta y el humo de tu cigarrillo dibujando su nefasto
arte por el aire. Puedo sentir la calidez de tu palabra acariciándome,
la sensibilidad de tus dedos al recorrerme centímetro a centímetro, el desborde
de tus labios sobre toda mi piel. Muy pocas son las noches en que no hemos
estado juntos de alguna manera, en que hemos hecho el amor de alguna forma. No
me lo has dicho cuando hablamos pero sé que es así.
Sé que se puede amar con los ojos, con la
voz; sé que podemos hacer el amor por teléfono si nos cabe. Pareciéramos estar
preparados para amarnos en cualquier instancia, posible o imposible: a la
distancia o muy cerca el uno del otro.
Sé, aunque no pueda explicarlo con exactitud
(nunca pueden explicarse con exactitud las sensaciones) de tu presencia a mi
lado al acostarme en la noche, tu presencia al despertar, tu abrazo protector
cuando siento mi soledad acogedora como este dulce secreto.
He hablado de ti con algunas personas, ¿por
qué ocultar algo tan bello? Después de todo, mis cuentas las pago yo. No tengo
de qué avergonzarme.
Me siento muy agradecida a la vida por lo que
día a día me proporciona y me hace feliz. A fin y al cabo, el hombre fue creado
para ser feliz.
Tu voz al teléfono me mima y en mi cuerpo
explotan los sentidos. Se abren como flores en la primavera miles de
sensaciones que, aunque pudiera describirlas no lo haría, (quizá algún día te
las cuente al oído).
Mágica la virtud de tenerse y no poseerse.
Mágica la virtud de respetarnos y tenernos en cuenta, mágica la transparencia
de una unión que ni nos ata el uno al otro, ni nos libra al azar. Mágica porque
no es en vano la magia.
La noche es preciosa. Puedo mirar el cielo
oscuro y estrellado a través de las paredes y ventanas, sentir el viento
despeinando mi cabello y, detrás de todo, tus ojos aguardando ser vistos y
encontrados. Puedo atravesar las barreras de los sólidos y abstraerme de todos
los ruidos de esta ruidosa ciudad que nunca calla, escuchar tu voz claramente
decir: Señora, nos vemos pronto. No será
ni mañana ni la semana que viene como quisiera. Pero será muy pronto… y
tener dentro de mí, aquí dentro, la certeza de estas palabras como si
estuvieras aquí, a mi lado, y me las susurraras al oído.
No sueño contigo por las noches. Solo extiendo
mi mano y logro tocarte, aquí nomás, a mi lado, y descanso tranquila sabiéndote
dormido y alerta a mis requerimientos.
Te amo con la mente y con el cuerpo, con el
alma y con la sangre. Te amo de esta extraña manera en que estoy aprendiendo a
amarte. Sin melodramas, sabiendo que todo está bien, que todo ocupa el sitio
que le corresponde. Entonces, sigo ocupándome de lo mío, quizá con más ganas; y
tú sigues con lo tuyo hasta que volvamos a encontrarnos, dentro de cada uno de
nosotros, nosotros y la magia.
Seconda
12
de diciembre de 1986
Hoy cuando desperté, a las cinco como todos
los días, sentí desde algún lugar profundo, que me llamarías.
Ya no pude volver a dormirme como otras veces
y esperé despierta hasta que llegó la hora de levantarme. Di vueltas una y otra
vez abrazada a ti pero no lograba dormirme en la ilusión de tus brazos.
Hoy
vas a llamarme, pensé, y me levanté a preparar mi desayuno y a
esperar que sonara el timbre del teléfono.
A veces me pregunto cómo puedo cumplir con un
ritual así sin desesperarme, y lo único lógico que encuentro es la certeza que
siento de lo que espero.
Te espero. Sé que vas a venir. La
desesperación no tiene cabida. Solo el deseo y la magia que anidan entre
nosotros y no quieren irse. Me encanta que así sea porque estoy segura de que
lo merecemos.
Vaya uno a saber en qué recóndito lugar de
nuestro interior creció y se agigantó este deseo profundo de tenernos, de
encontrarnos. Porque debimos haber estado buscándonos fervientemente para
encontrarnos tan de repente, sin esperarlo, con toda esta luz y esta paz
excitante que nos rodea.
Sabía que llamarías y sonó una vez el
teléfono y cuando atendí se cortó. Suspiré y al momento sonó otra vez y tu voz,
tu dulce voz embriagó mis sentidos. Los puso en guardia para disfrutar el
placer de escucharte. Ellos despiertan como flores esperando la caricia
seductora del insecto que las besa y las fecunda. En ese momento se produce el
click y todo parece más brillante, más diáfano. Los problemas no desaparecen pero empequeñecen de
forma increíble y todo cambia maravillosamente. Y yo dejo que me mimes, que me
acaricies con tu voz, que me cuentes. Dejo que todo desaparezca y se funda en
esta fiesta privada, tuya y mía que la vida ha tenido en cuenta regalarnos y no
me permito dejar de gozar de cada una de las sensaciones que experimento.
Las novedades que me contaste me produjeron
una explosión de alegría que a duras penas pude dominar para no gritar mi
felicidad.
Sé que falta, falta tiempo, faltan cosas
aunque sé también que ya no falta tanto, que los caminos se acortan poco a
poco. Espero la dulce espera de esconderme entre tus brazos y olvidarme del
mundo… En tanto, estoy en el mundo, en apariencia lejos, en verdad al alcance
de nuestras manos, deleitándome en la placidez de nuestro próximo encuentro.
Terza
16 de enero de 1987
Se acortan las distancias. Comenzó la cuenta
regresiva. Y ahora, cuando puedo tocarte con las yemas de mis dedos,
literalmente hablando, cuando falta tan poco, casi nada, sufro la ansiedad que
no experimenté en la espera.
Me hubiese gustado que fuera antes, tan solo
un poco antes, porque todo sería más fácil para mí aun cuando seguramente no lo
sería, ¿recuerdas al zorro?
Pero ya hace bastante que aprendí que nada de
lo que verdaderamente quiero es fácil. Quizá por eso mis sentimientos son más
intensos.
Estoy feliz y temerosa al mismo tiempo. Comprendí
de golpe que a pesar de creer que te conocía desde siempre, no te conozco en
esta realidad.
O tal vez se mezcle en mí lo que quiero, lo
que deseo con algo que “puede que sea así”, o que puede que esté alejado de serlo.
Quiero decirte tantas cosas y proponerte
otras. No sé si te agradarán o te producirán disgusto. Avanzo de repente y
luego recapacito y pienso en lo que pensarás de mi avance.
Sé que quiero estar cerca de ti físicamente,
como una necesidad urgente, aunque más no sea en una reunión y en silencio. Lo
cierto es que no sé si tú quieres lo mismo.
Te conozco desde siempre, pero desde lejos en
tantos aspectos; y en otros, casi nada.
Voy a llamarte mañana. Voy a preguntarte si
quieres que te encuentre antes, donde sea que estés. Voy a tratar de explicarte
lo mejor que puedo que no quiero invadirte ni molestarte, ni nada que se le
parezca. Solo voy a hacerlo si tú quieres. Así, simplemente, porque lo siento
de esta manera y tienes que saberlo aunque luego todo sea diferente y nos
entendamos en otros términos. Pero no puedo guardar silencio sobre lo que deseo
profundamente. A veces, callar es pecado.
He hecho averiguaciones, he hecho reservas,
solo falta hablarlo contigo y, si estás de acuerdo, disponer las cosas de la
manera que decidamos.
He estado todo el día pensando en cómo
decirte lo que quiero. Sé que mañana saldrá todo de mi boca así sin rodeos, de
frente, como debe ser lo que es sincero.
Cuarta
Febrero de 1987
(La hemos escrito juntos) (Sobran las
palabras)
Quinta
27
de marzo de 1988
Quisiera hoy estar sentada en la galería de
la estancia de María, leyendo frente a ti, espiándote sobre los lentes, como
sueles hacerlo tú cuando quieres verme, y disfrutar el espectáculo. Solo
necesito cerrar los ojos, ver la escena y sentirme partícipe, vibrando mi cuerpo
al roce de tu mirada. Este instante azaroso y duro por el que atravieso se
convierte en una imagen de luz que me permite sonreír, que cambia el rumbo de
mis malos pensamientos.
Te espero, ni mucho ni poco. Tan solo espero.
Es bueno tener algo que esperar. Es bueno esperar a alguien. Es más que bueno
esperarte a ti.
Es el sueño dorado, el recuerdo dulce, la
palabra suave. Lo sublime de estar juntos y alcanzar lo sublime. Sí, sublime. Eso
que va más allá del placer y el éxtasis.
Sesta
3 de
marzo de 1989
Mi
querido, hoy quiero hablarte de mi tristeza. Tristeza que forma parte inevitable
de mí. Primero vagamente hasta que se instala, mueve mis estructuras
acostumbradas y, de a poco, sin darme cuenta, se disipa hasta desaparecer.
Nunca he querido hablarte de ella. Se me
ocurre que podrías mal interpretarme creyendo que eres tú quien la provoca.
Ahora pienso que cuando quiero hablar contigo de mí, no puedo dejar de mencionarla:
la tristeza también forma parte de mí, a veces. Siento que no solo es sano
sentirla, sino que también lo es el mencionártela. Me es imposible ocultarla cuando
se presenta y no me gustaría que si en algún momento la notas, te sientas culpable.
No es así.
Todo comienza con un estado de cansancio causado
por alguna disconformidad.
A veces una pretende más de lo que puede y
¡PAF! quiebra el equilibrio. A veces me creo más capaz de lo que soy y entonces
me percato de que no alcanzo el objetivo a tiempo. A veces me creo más fuerte
de lo que soy y ¡CRASH! noto de pronto que no lo soy tanto, que cede mi
fortaleza ante el impacto. Entonces aparece en algún rincón del alma el
desencanto y brota la tristeza de mi corazón. Yo soy la responsable, la única
razón de ella. Sé que, aun sin quererlo, puedo lastimar, puedo parecer enojada
y cruel. Yo soy mi único y mayor
problema. No hay, en verdad, culpables.
Quizá este haya sido el tema de hoy: el qué
estoy triste. Y es la tristeza la que me ayuda a recapacitar y es así que cambian
los escenarios y los valores. Se reconsideran los objetivos y los puntos de
vista. Se produce el crecimiento interior. A veces duele crecer. Uno está solo
en este trance, está desnudo. Uno también nace solo y desnudo. Así también
muere. Las cosas esenciales se viven eternamente a solas y al desnudo.
Pero la tristeza no es un estado imperante en
mí. Tú apenas lo sabes o quizás lo presientes.
Mi vida es un banquete al que me siento día a día para servirme lo mejor o lo
que creo necesitar en ese momento, aunque a veces me equivoco. Cuando esto
sucede trato de no ser tan exigente conmigo. También es sano equivocarse y,
para ser sincera, me he equivocado muchas veces.
Son el error y la tristeza los que me han
ayudado a valorar la fiesta de mi vida, a seleccionar los manjares de mi
banquete.
Entonces descubro que a pesar de la tristeza
y el desencanto, mi mirada perdida en mi interior alcanza a ver mi felicidad y
me siento agradecida.
Settima
4 de
abril de 1990
Los refusilos se repiten en el horizonte. El
viento se empecina en mover las nubes hacia el sur, se entromete en mi balcón y
a veces pone mi piel como la de las gallinas.
Buena música, poca luz y tu presencia
instalada aquí, conmigo. Estarás dormido ahora, seguramente… Seguramente estas
aquí, conmigo.
Solo
el amor convierte en milagro el barro, canta
la canción Solo el amor alumbra lo que
perdura… solo el amor engendra la maravilla, solo el amor consigue encender lo
muerto…
Hoy hablamos y nuestra conversación pareció
cercenarse abruptamente cuando afirmé que sentía tu falta. No puedo negarlo. No
puedo mentirte. Quebraría mi palabra, me quebraría y no me recuperaría entonces.
No quiero que te sientas culpable. De hecho
no lo eres, yo elijo vivir de esta forma. No creo estar desperdiciando nada en
absoluto; por el contrario, me siento mucho mejor. Y si descubriera algún día,
en algún lugar, que no es esto lo mejor para mí, prometería revertirlo
inmediatamente. Por ahora todo está bien así. Por otra parte, lo que hagas al
respecto también va a estar bien, no importa lo que sea.
Te conocí como eres y así es como me gustas.
Planteamos códigos que ambos aceptamos por unanimidad y solo por el mismo
procedimiento serán cambiados. Esta es nuestra democracia, mi querido,
adorablemente mágica… Te quiero, te siento, percibo tu piel descansado a mi
lado.
Solo
el amor engendra la maravilla…
Ottava
19
de abril de 1992
¡¿Dudas?! ¡Qué son ellas! ¿Alguien sabe qué
son?
Hay quienes podrían dar una clase magistral y
hay quienes hasta dudarían de darla. Yo sé que no son mi especialidad.
Pero alguna que otra vez, después de no dudar
en hacer algo, me atizó la duda de si hice o no lo que debía.
¡¿Deber?! ¡Qué es eso! ¿Alguien sabe lo que
es eso? Hay quienes deben tantas cosas y hay quienes no deberían deber nada.
Tantas veces hice lo que debía sin saber siquiera si sentía algo al hacerlo.
¡¿Sentir?! ¿Qué es eso! ¿Alguien sabe lo que
es eso? Hay quienes sienten y no les alcanza. Hay quienes sienten que sienten y
con eso les basta. Yo hago siempre lo que siento, aunque después me asalten las
dudas y no sepa qué es realmente lo que debo hacer.
Nona
25
de abril de 1994
Aunque insista en vestirme de primavera, el
otoño se ha ensañado y definitivamente se instaló en Buenos Aires.
Cuando vi la neblina en el campo de golf desde
mi ventana, disimulé saber de qué se trataba. Me divertí pensando qué era esa
niebla, la que yo adoro, que anuncia un día de sol radiante y que emerge con
todo su brillo desde el horizonte.
Sin duda, el sol subió lentamente, detrás de
una espesa cortina de nubes sin lluvia todavía, pero ha convertido mi atuendo en
inadecuado para esta jornada. Ya sea por sus colores alegres, ya por sus telas
livianas, resulta atrevido y desafiante.
Lo cierto es que el sol hoy brilla dentro de
mí y he sentido la necesidad de exteriorizarlo. Aunque se destemple mi cuerpo,
mi alma arde. Esto es lo que importa.
Contradigo la regla que dice que en la
primavera todo parece tener más vida. Contradigo y apuesto a que no es cierto. Sentir
frío también es estar vivo, más vivo que nunca.
¿Serás tú que estás transmitiéndome el
renacer de las flores de tu tierra, el crecer de la hierba, el derretir de la
nieve?
Tu mágica presencia puede más que eso. Nadie
mejor que yo para saberlo. Tu mágica presencia, tu cálida compañía. La
efervescencia de nuestro encuentro como un descomunal destape de champaña cuyas
burbujas se elevan al cielo.
Me pides que lo intente, que trate, que describa
con exactitud lo que experimento cuando estoy contigo. Creo aún que no me es
posible del todo; mi verborragia no alcanza. Aunque rica en abundancia, siempre
le falta fidelidad.
Tal vez todo pueda reemplazarse con la
percepción de quien lo lea. Quizá pueda, a pesar de la incapacidad que siento,
lograr cierta comprensión.
En cada instante en que me libero, trato, lo
intento… pero es tan breve mi libertad, tan limitada por momentos por las
responsabilidades que me sobrepasan, que me superan ampliamente, que me hacen
creer que no alcanzo nunca el objetivo.
Cierro los ojos y estrellitas de colores
plagan el horizonte de mi cielo oscuro. A veces se distraen porque siluetas de
autos que pasan a toda velocidad por la pista y se reducen en la recta final
¿La recta final o la partida?
Todo fin es un principio. Todo principio
implica, tácita o explícitamente, un fin.
Sigo con los ojos cerrados y los autos
desaparecen raudamente convirtiéndose en siluetas de hombres y mujeres que se
repiten en la infinitud de un laberinto de espejos. Cuerpos que hacen el amor
lentamente, a compás, todos juntos, como en una sinfonía donde ni una nota está
de más, donde no falta un solo tiempo ni sobra un silencio. Las claves son
distintas, pero la melodía es la misma.
Todo llega a un grado tal de saturación que
debería forzosamente abrir los ojos, pero no quiero. Y lo que no quiero supera
lo que debo. Sé que voy a estallar de un momento a otro, lo sé, pero lo detengo
como si tuviera una varita mágica, la batuta mágica del director de nuestra
orquesta.
Todo vuelve a comenzar, interminable, una y
otra vez, en sucesivas explosiones descomunales de placer. Mi cuerpo y mi mente
parecen no resistir, pero para mi asombro, no solo resisten sino que esperan la
próxima y luego otra, y otra y otra y los ojos no quieren abrirse.
Se disipa el temor de no poder soportar tanto
placer Curiosamente, el efecto es contrario. Los ojos no se abren. Los cuerpos
vibran al unísono. La habitación se ilumina con su brillo como si un cometa
atravesara su espacio con una luz antinatural, aunque la más natural de todas… como
una inmensa hoguera…
Una multitud, afuera se ha detenido ante la
casa para ver qué sucede. La casa arde pero no se quema; la casa brilla como el
sol, pero no derrite nada ni se derrite… El fenómeno continúa y cada vez se
agolpan más y más personas. Se pisan, se empujan, temen estar muy cerca pero no
quieren alejarse, quieren ver pero la luz es tan intensa, tan blanca, tan
persistente que solo logran quedar ciegos… Nada ven, nada descubren… Nunca
sabrán lo que pasa aquí dentro… aquí dentro… cuando tú y yo somos uno.
Decima
4 de mayo de 1996
Luna llena en Neuquén. ¡Tan hermosa! Luna
llena en todo el mundo pero no en todo el mundo estampada sobre un cielo tan
bello. Bello porque lo miran mis ojos y ven los tuyos más allá del horizonte.
Recuerdo haber hecho el amor contigo la otra
noche. Pensarás que estoy loca. Yo también lo pensé cuando abrí mis ojos y
estaba sola en esa cama húmeda, satisfecha y sabiéndome amada por ti.
Sí, ya sé. No puedo explicarlo lógicamente.
Tu cuerpo no estaba y la lógica dice que no me has tocado en toda la noche (¿No?)
También sé que llegué al máximo de lo temible sin siquiera haberme tocado yo.
Breve, intranscriptible, indescifrable. En el techo de mis ojos tu imagen
sonreía feliz. Tu presencia mágica hizo de mí lo que ni yo misma hubiese
podido.
Me pregunto dónde estabas, tan cerca, tan sensible
a mi deseo. O mi deseo habrá sido tanto… Como saberlo si yo que estaba allí no
puedo explicarlo.
Y tú ¿dónde estabas? ¿Aquí? Eso es lo que yo
he sentido. Me gustaría poder tomar el teléfono, llamarte, escuchar de tus
labios decir que sentiste lo mismo… O no…
Te veo tan radiante, tan feliz, que debo
creer que has estado conmigo y con ninguna otra. O si estuviste con otra has
sido pensando en mí. Y si la verdad es otra, no me importa. Mis celos perdieron
su poder una vez que descubrí y acepté mi valía, mi carácter de pieza única,
prescindible tal vez, pero irreemplazable.
Estoy frente al lago Lacar. Un velero intenta
inflar sus velas pero el viento es leve. El sol me obliga a quitarme el buzo y
junto al escalofrío del contraste se suma el placer de estar contigo.
Hablo de la otra noche y me excito. Estoy
excitada como si estuvieras aquí y sintiera tu piel rozar la mía al compás del
deseo, al compás de un placer cuyo fin está determinado por el cansancio de
nuestros cuerpos que no se cansan.
Me preguntaste si sentía tu falta. La otra
noche no. Hoy, aquí, debo decir que sí, que me gustaría que tu presencia, aquí
y ahora, fuera un poco más palpable.
A veces el fuego incendia mi bosque y no
tengo recursos para apagarlo, para acabar con él, para detenerlo, y esta
impotencia me hace arder con más intensidad.
Shsssss. Me
parece escucharte. Silencio. Calla. No
sabría realmente qué hacer con otro que no fueras tú, más que mostrarle su
posible huida…
Undicesima
5 de
mayo de 1996
La llamada fue breve y no fue tuya. Su
español chapurreado lo entendí claramente pero insistí en que hablara en su
idioma para entender mejor, para que
mi corazón, mi alma y mi cuerpo comprendieran con claridad lo que mi mente ya
había entendido sin aceptarlo. Agradecí y colgué el auricular. Salí a caminar y
llegué a la orilla del lago. Allí estuve
hasta que comenzó a clarear. Tal vez te viera. Tal vez tuviera el valor de irme
contigo. La cobardía me llevó a sumergirme y el lago, ecuánime, me escupió como
veneno.
Sumida en un casi letargo, desentonaba la
alfombra en mi ir y venir sonámbulos. Pedí al conserje que hiciera subir Il corriere hoy, mañana, pasado, y hasta
cuando fuere necesario para confirmar la veracidad de la llamada telefónica.
No hicieron falta muchos. Solo dos.
La espera llegó a su fin. Pronto. Muy pronto.
Hubo un vacío impreciso por un tiempo.
Mi cobardía se hizo silencio y en silencio
apuntale mi valentía. La valentía de seguir a pesar de mí, a pesar de ti, a
pesar del sinsentido de la ausente presencia de tu ausencia.
Valor es haber llegado hasta aquí.
Sin ti.
Pero contigo.
…
La muchacha anda preocupada porque vino con el mate y se lo desprecié;
me ofreció algo de comer y le dije que no tenía hambre; me trajo una manta
porque dice que hace frío y se empecinó en que me cubriera. Me siguió a
hurtadillas haciendo la finta de
buscar algo que nunca encontró, pero yo sé que me andaba vigilando a ver lo que
hacía. Yo sí encontré lo que buscaba: mi
Parker plateada con detalles dorados. Me dio trabajo hacerla escribir pero no
me iba a ganar. Esto tengo que escribirlo hoy, ahora y con esta lapicera.
Sé que me está espiando. Tiene órdenes precisas de “ellos”. No me
importa. Que hagan lo que quieran con tal de que no me saquen de aquí, con tal
de que no me entierren en un asilo.
…
19 de noviembre de 2011
Puedo
olvidarme de todo.
El
color de tus ojos; tu lengua inquisidora; tu porte aristocrático; tu atributo
inigualable; tu sabiduría masculina tan lejana de mí como para atraerme
apasionadamente, como para espantarme hasta el desastre de hacerme trastabillar
y no hacer pie en el tembladeral de mi estructura.
Puedo
ensordecer tus pensamientos escrutadores, tu voz susurrando a mi oído ese Tana, no te mueras nunca o aquel intento
de disculpa de algún defecto tienes que
tener, no se puede ser tan perfecta.
Puedo
cristalizar en el mapa de mi memoria el tango ensayado en una playa de Cape
Code; las almejas a la parmesana y el pisco sour en las playas de Cachagua; el
café llovido de una pava gigantesca en la costanera pobre de Valparaíso; el
merengue dorado del desierto de Atacama;
las noches estrelladas, serenas, en la fría inmensidad del Plata, donde
el río es más mar que río y nosotros, un par de insectos enmarañados en la
calidez de un gigantesco y colorido spy, perdiendo la cuenta de nuestras
proezas de amor.
Puedo
no recordar el cobre de las minas de Calama, el polvillo penetrando en nuestra
piel verdosa de tantos siglos; el oasis de Pica; el lago Chungará con sus
gaviotas y flamencos, allá, bien arriba, lejos del olor a harina de pescado del
puerto de Arica.
Puedo
descartar de nuestra historia la Piazza Spagna, la del Poppolo y la Villa
Borghese; la Roma en ruinas y la arruinada; el muslo potente de mármol del
soldado caído que te provocara celos; la Piedad, que no tuvo piedad para
nosotros.
Puedo
olvidarme de todo, pero nunca podré olvidarme de vos.
Lo
que vivimos en esta vida, lo que nos fue dado compartir, arrastrado tal vez de
otras vidas que ya sucumbieron; lo que
te llevaste, lo que me llevaré cuando
sea el momento, se desdibuja en la memoria sin tiempos ocultándose de la
curiosidad de nuestras miradas.
Solo
el resabio de haber besado alguna vez esos mismos labios, (pero ¿cuándo, si te acabo de conocer?). Solo la sensación de
esa caricia tan parecida, tan igual, idéntica. Solo recibir tu vino en mi copa
y descubrir que no estaba vacía, que ya lo contenía de antes...
Dicen que te fuiste, que me dejaste aquí
enhebrando sueños y pesadillas…
¡¿Qué
saben ellos?! ¡Hace tantos milenios que marchamos juntos! Con altibajos, es
verdad. A veces a destiempo, a veces separados, otras tan pero tan juntos que
no nos distinguimos. Como ahora, que dicen que te fuiste, que me dejaste, y yo
te siento tan incorporado a mí que no me aguanto...
Creen
que estoy loca. A mí no me importa. ¿A
ellos? A ellos parece que sí, que mucho. Todo lo diferente hay que
indiferenciarlo como sea: con la tinta, por la sangre, en una celda, debajo de
la tierra... Por eso me tienen aquí. Esto tampoco me importa. Me da lo mismo.
Los equivocados son ellos, lo saben y se desviven por ocultarlo.
¿¡Si
decidiera tan solo callar!?
Me muerdo la
lengua, amordazo mis cuerdas, hago del silencio nuestro más grande aliado. Repetí, repetí conmigo, repita tu mente y la
mía aquellos versos: “No digas nada, no preguntes nada, cuando quieras hablar
quedate mudo, que un silencio sin fin sea tu escudo y al mismo tiempo tu
perfecta espada.”
Ya olvidé el timbre de mi voz. Vos no necesitas tus
oídos para escucharme y yo no necesito mi boca para hablarte. Las palabras sí,
a ellas las necesitamos. Ellas corren como reguero de pólvora de tu mente a la
mía, de la mía a la tuya, en un discurso imperceptible para ellos que todavía no aprendieron.
Está
mejor así. Tenías razón. Lo que ellos piensen ni nos va ni nos viene.
Liliana Bianco
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