From: amigos de las letras bragado <amigosdelasletras-brag@hotmail.com.ar>
Date: Mon, 25 Aug 2014 12:31:18 -0300
Subject: Certamen Literario Desafiando Silencios V
Amigos de las Letras tiene el agrado de comunicarle que usted ha recibido una Mención Especial en nuestro Certamen Literario Desafiando Silencios V.
El acto de entrega de premios se realizará el dia sabado 13 de septiembre a las 18 hs. en la sede de la Sociedad Italiana Dante Alighieri de la ciudad de Bragado, ubicada en la calle Belgrano 1364.
Esperamos contar con su presencia.
Saluda atte.
Amigos de las Letras.
Date: Mon, 25 Aug 2014 12:31:18 -0300
Subject: Certamen Literario Desafiando Silencios V
Amigos de las Letras tiene el agrado de comunicarle que usted ha recibido una Mención Especial en nuestro Certamen Literario Desafiando Silencios V.
El acto de entrega de premios se realizará el dia sabado 13 de septiembre a las 18 hs. en la sede de la Sociedad Italiana Dante Alighieri de la ciudad de Bragado, ubicada en la calle Belgrano 1364.
Esperamos contar con su presencia.
Saluda atte.
Amigos de las Letras.
Participe con lo que sigue:
Poesía:
BOLTASNKI
(Visión subjetiva de su
instalación en la Untref, 2012)
Latir de espejos.
El pasar del tiempo a pulsos.
Un latir constante
al ritmo de los alambres
que encandecen y se agotan
al compás de los suspiros.
Bendicen con imágenes
los caminos insondables
de nuestro interno.
Nos provocan. Acontecen.
Maroma infinita de desbordes
que chuzan, se arrastran,
desenvuelven
paquetes con moños patéticos
ante quienes el placer se rinde,
vanidoso de su existencia.
Esta existencia de carnes y huesos,
de polvos y estiércol,
de calles sin salida y sin cartel,
de sueños colgados al sol hasta
disecarse.
Y solo veo sombras, tal vez mi sombra,
de lo que fue tal vez una vez, o muchas…
O todas las sombras resumidas en una
sola.
Porque la claridad está a nuestra
espalda
y vemos solo eso,
sombras de una realidad esquiva,
fulgente, que nos muele en el giro
frenético
y constante de una licuadora.
Pulso. Nuestro pulso,
que se sumerge en la oscuridad de los
espejos,
de
donde emergen nuestros sueños derrotados.
LB
Narrativa:
Brevis
Mariel no podía salir de su sorpresa, sorpresa nefasta y dolorosa. Dejó
hablando solo a su interlocutor en el teléfono cuando lo despachó contra la
pared haciéndolo trizas. El viernes había estado con ella. Estaba radiante,
feliz, a pesar de que ninguno de sus dos hijos estuvo presente en su cena de
cumpleaños. Ni le molestaron las excusas ingenuas que le presentaron. ¿Para qué quiero hijos cuando puedo
compartir mi fiesta con una amiga como vos? Le dijo sonriente cuando Mariel
preguntó por ellos. Nadie arruinará la
cena hoy, querida. Nadie… la preparé yo misma, espero que te guste…
Mariel recordaba cada detalle de esa noche, se le mezclaban con
otros de sus anteriores encuentros. Laura tenía el don de hacerla sentir
importante, el centro del universo. La admiraba por su sencillez sin
afectación; su conversación llana, sin
vueltas, directa al punto.
Se conocieron hacía un año, más o menos. Laura cubrió una suplencia en
la cátedra de Semiología. Al principio sus atenciones hacia ella le inspiraron
cierta desconfianza. Mariel no podía entender por qué esa señora distinguida la
colmaba de atenciones, gestos de cariño, miradas llenas de ternura que la
envolvían en un manto de tibieza y seguridad. La vida no había sido pródiga en
estas cosas con Mariel, muy por el contrario. Todo su pasado le murmuraba
incesantemente que las intenciones de esta “dama” no eran para nada
desinteresadas ni aceptables. Jamás le
había dicho nada; tampoco le había insinuado un interés en particular. Pero, cuando la limosna es grande, hasta el santo
desconfía…yo con más razón, que de santa no tengo un pelo… pensaba Mariel.
Esa desconfianza la obligó a mentir cuando le ofertó un puesto en la
editorial desechando una oportunidad increíble; a rechazar de plano la
invitación a mudarse a
vivir con ella; a asumir una actitud defensiva; a evitarla; a no responder sus llamadas; a ausentarse de sus clases más de lo conveniente,
incluso sopesó dejar esa asignatura por ese año.
Laura lo advirtió. Replegó su entusiasmo. Dejó de lado las indirectas y
en la primera ocasión que se le presentó puso las cartas sobre la mesa. No
todas, no tuvo el valor: Mariel la miraba a los ojos, ingresaba por ellos a fin
de asegurarse la veracidad de las palabras. No dijo todo, pero
sí lo suficiente para
conquistar la confianza de la muchacha.
La ausencia de los hijos en su reunión de cumpleaños no solo no le
molestó. Por el contrario, si ellos no se hubieran excusado, ella los hubiera
eximido del compromiso. Cocinó especialmente para Mariel su comida preferida y
algunas otras exquisiteces que su corazón indicó que serían de su agrado, vino
fresco y espumante y torta de chocolate para rematar.
Feliz era la palabra correcta, Mariel no se equivocaba. Aprovecharía esa
intimidad que la comida y las burbujas propiciarían para decirle de una vez por
todas lo que omitió en aquella primera intención de sincerarse con ella.
Todo iba de perlas. La conversación fluía envalentonada por el
alcohol. Se contaron cosas que a nadie habían contado, sentidas, profundas. Laura
se admiraba de cómo esas experiencias paralelas se unirían en un punto, en el
infinito tal vez. Mariel se asombraba de las similitudes, como si se conocieran
de otras vidas, de otros mundos. En ambos extremos se sufre, se ríe, se llora, pensaban.
Tras un silencio lleno
de pensamientos que se percibían en el aire Laura pareció encontrar el coraje
de decirle todo. Puso freno a los
miedos. Detuvo en seco sus temores. Su voz, temblorosa y tímida al principio, dio
paso a su confesión. Hurgando con sus ojos el pasado, acariciando con sus manos
los cabellos de Mariel, contó su historia de horror y desencuentros, su cuento
de monstruos y vilezas al compás del sueño que iba apoderándose de su
interlocutora.
Mariel camina de un lado a otro del cuarto. No puede
detener las lágrimas. Eduardo, el hijo mayor, le prohibió que fuera a
despedirse. No había lugar para ella en ese entierro. Se restriega las manos,
derrocha pañuelos, ¿quiénes son ellos
para decirme qué hacer? Y ese abogado ¿qué quiere de mí?
Mariel recuerda cada detalle de esa noche, sí.
Recuerda también que a
partir de un cierto momento en que filosofaba mentalmente de cómo la vida nos
iguala, la memoria se detuvo, hasta que despertó en la mañana arropada en el
sillón de la sala…
y
siguió detenida ante los esfuerzos por recordar.
Recuerda que el silencio que reinaba en la casa
hacía más potente el martillo que golpeteaba sus sienes sin desmayo.
Recuerda el esfuerzo que invirtió en componerse de
su “avergonzada” actuación en la víspera, de la que su memoria no registraba
nada vergonzante, pero algo seguro había.
Recuerda la
odisea que fue regresar a su casa.
Recuerda que ella fue la última persona que la vio
con vida y en su mente se enciende una luz roja.
Recuerda cómo, de puro cobarde, obedeció sin chistar
y no fue al entierro de esa mujer que, ahora se daba cuenta, tanto significaba
para ella…
y ahora esta reunión
a la que, según ese abogado, ella no solo no podía faltar sino que era imprescindible
su presencia…
y ese vacío que es incapaz de llenar entre “cómo
la vida nos iguala y el despertar arropada en el sillón…..”
Llega tarde y se enfrenta con la gélida recepción de
Eduardo y su hermano, que la hizo vacilar. El doctor Monfort sale a su rescate
acercándose a ella e invitándola a sentarse. Ella sigue sin saber qué hace allí
y sus ojos interrogan al abogado.
Se va a dar lectura al testamento de Laura. El
doctor Monfort finalmente explica la presencia de Mariel en este acto.
Mariel escucha la voz como si estuviera lejos. Su
mente le proyecta imágenes de situaciones que cuando salió del orfanato encerró
en un sobre lacrado en el confín de su memoria: el revuelo que armaron ésos,
que se llevaron a sus padres; el olor a tierra húmeda del escondite donde
minutos antes su padre la llevara a jugar a la estatua haciéndole prometer que
el juego solo terminaba cuando él o mamá regresaran a buscarla; la ausencia que
los mimos y las atenciones de la abuela no lograron mitigar; los llantos
escondidos de la “abu” que parecía apagarse poco a poco de tristeza hasta que
un día se apagó del todo; el frío, y cierta extraña crueldad impregnada en las
paredes del orfanato…
La cabeza le da vueltas. Se esfuerza por prestar atención
al discurso del abogado, por interpretar sus palabras, por intentar ver esos
documentos, esas fotos que mostraba...
Laura era su madre. El abogado parecía dar por
sentado que ella ya lo sabía. Presentadas las pruebas de rigor se dispone a
leer el testamento. Mariel se pone de pie, se disculpa y se retira de la sala.
Veinticuatro años, veinticuatro años y un pico de
días de una búsqueda inconsciente, reprimida, prisionera en un ovillo de falsa
telaraña pegajosa que sus dedos nunca quisieron retirar para no desangrarla en
su infinita soledad. Veinticuatro y un poquito más…
Mariel nunca regresó a la sala ese día, ni ningún
otro. Lo que ella buscaba ya no estaba allí.
LB
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