Por el primer latido en el vientre; por la copa que se colma
independiente de nuestros deseos, alimentada por ellos que transitan los
recorridos de la sangre; por el paso pesado; por el pujar valiente de la
primera separación.
Por las noches cansadas de ojos apenas cerrados y oídos
atentos; por la incertidumbre al primer llanto diferente, constante, en una
hora desacostumbrada; por el desparramo de la primer papilla comida por su
mano; por el derroche constante de
hallazgos en la exploración de su universo; por el segundo patético que nos
invade al verlo expuesto a los peligros cotidianos. Por cada cumpleaños que
engrosa su ámbito disminuyendo el nuestro.
Luego la escuela, el barrio, el mundo… Una no quiere que
sufran, pero el dolor de crecer es inevitable como es inevitable su alegría. Y
en esta confusión de sensaciones un día deciden que ya preguntaron suficiente,
que ya saben lo que tienen que saber, que ya son grandes y que pueden
enfrentarse a todo por su propia cuenta. Nosotras ya sabemos que nunca, nunca
se sabe todo lo que hay que saber. Lo que vamos aprendiendo con ellos es que a
cierta hora deben soltar nuestra mano y aprender por sí mismos. Su dolor nos
parte el corazón, nos destruye el cerebro, nos pone en coma cuatro, pero
hacemos uso de una audacia incomprensible que a ellos les hace pensar que no
los comprendemos; y el llanto que nos desarma y queremos redimir con palabras
de aliento que ellos no pueden entender, y entonces nosotras somos para ellos
las que no entienden nada… Nosotras ya sabemos y seguimos aprendiendo que todo
pasa, nosotras también.
Poco nos importa la meta que alcanzan. Los miramos a los ojos, hurgamos en ellos en busca del brillo de una chispa de felicidad y deseamos
con todo nuestro ser que esa chispa se convierta en sol que ilumine toda su
existencia…
Por los hijos, por las madres, por las que hacen propios los
ajenos… después de todo, todos son prestados, por un ratito apenas, nada más
que un ratito que nos pasa veloz, sin
darnos tiempo…
Por los hijos, sí por los hijos que materializan este don de ser madre, que esconden el secreto generador de vida; por las mujeres todas que desde que nacen luchan por la vida y brindan a la muerte su inexistencia.
Con la copa rebosante de amor, brindo hoy y cada uno de mis
días, por todas las madres, por todos los hijos, por todos los hombres, por
todos nosotros que hacemos posible el milagro. LB
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