sábado, 10 de diciembre de 2011

09/12/2011 PRIMER CAFE LITERARIO DE LA EMAC

MI PARTICIPACION

LAS DAMAS

Las mujeres juegan a las damas. Para el transeúnte común son solo dos mujeres comunes jugando a las damas. No para mí.
Todas las tardes, ni bien dan las cinco, se encuentran en la misma mesa del parque. Todas las tardes, dadas las cinco, se repite el mismo ritual: se besan ligeramente en los labios, como al descuido; se cruzan sus miradas delatoras que bajan inmediatamente al tablero en tanto cuatro manos temblorosas disponen las fichas. Comienzan las blancas, como es debido, pero las negras siempre ganan.
Miradas furtivas, pequeñas instantáneas que delatan su mutua admiración. Sus labios, los de ambas, brillantes de humedad y carmín, son manifestantes de una procesión de deseos profundos y  encendidos. Brillan con luz propia en la escasa superficie de su encuentro. Tan compenetradas. Sin advertir mi presencia escrutadora, casi obsena.
Cuando faltan cinco para las seis, aguzo mi oído al diálogo consabido:
-¿Me llevás hoy con vos?
- No. No, todavía. En tu planilla faltan algunas cruces… Ya sabés…
- He hecho todo lo que pediste… Muero por estar con vos. Y sus ojos brillan  más  con las lágrimas que pujan por salir.  Ella  las contiene con todas sus fuerzas. Sabe el dolor que provocan en su amante.
-Yo también.- le responde en tanto acomoda su capa y consulta el cielo, ese reloj eterno.  - Es hora. Debo irme.
-¿¡Tan pronto!? ¿Cuándo nos vamos a ir juntas de aquí?
- No aún…- y acerca su mano en un intento de caricia a la mejilla de su amada sin llegar siquiera a rozarla. – No aún…-
Envuelta con esmero en su capa se aleja por donde vino sin volver la mirada. No hace falta. Ella sabe.
Su amante se demorará en el lugar un rato más. Despachará a gusto sus lágrimas mientras acomoda las fichas en la caja lentamente, más lento que las sombras en su invasión vespertina. La noche la  sorprenderá con los ojos enrojecidos y casi sin aliento.
Daría todo por quedarse con ella, rodearla con sus brazos y amarla hasta que ya no le queden fuerzas, y ya sin fuerzas amarla otra vez… y una vez más.
Ella sabe cómo la traiciona, borrando con su propia mano, cruces en su planilla para que nunca esté completa y jamás deba llevarla.
Ella sabe que este ardid infantil no podrá durar mucho tiempo más.
Ella sabe que cuando reciba la orden de llevarla, se la arrebatarán definitivamente.
Al menos ahora juegan a las damas…
Ella sabe que debería dejar de jugar a las damas con ella, pero no puede. Por primera vez deseó morir, deshacerse de su eternidad que ahora le parece decadente.
Por primera vez, desde su creación, la Muerte lloró.

Liliana Bianco

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